En una de las zonas más exclusivas de la ciudad Condal, remontando la colina y con vistas a toda la ciudad encontramos uno de los últimos proyectos del interiorista Abel Perez Gabucio, una casa de 450 metros cuadrados repartidos en tres plantas a la que había que darle la vuelta.
Nos encontramos una casa desordenada a nivel estético, con marcas evidentes de intervenciones en diferentes momentos y que ahora también responde a otras necesidades; los niños han crecido y la casa se habita de otra manera. La propuesta para este proyecto debía ser algo global pero no invasivo, como un corte de pelo en un momento necesario, algo rejuvenecedor, que aportara frescura ensalzando los trazos característicos notables y cuestionando aquellos elementos, colores o texturas que ya no funcionan en este nuevo reto.
En primero lugar, el diseñador, propuso un cambio en el cromatismo base, para el pavimento un roble ahumado oscurecido casi negro en toda la casa, combinado con paredes blanco roto y con ocre que aportara calidez, se trataba de crear una atmósfera que tuviera fuerza, con contraste pero suave, que respetara las obras de arte y que funcionara desnuda en puntos donde solo juega la iluminación.
Para el mobiliario se retapizaron algunas piezas, se lacaron otras y también hay diseños exclusivos para este proyecto. “Aunque me resista no consigo no diseñar alguna pieza exclusiva en cada proyecto, cuando no encuentro lo que busco lo diseño”. Para las sillas se eligió un tejido oxford bicolor chocolate y tabaco en combinación perfecta con el nuevo entorno, la mesa de cristal con base en travertino a la que presiden dos jarrones altos en cristal negro con lirios del mismo color y orquídeas; un lujo sosegado inspirado en los grandes 90.
La cocina está dividida en dos zonas claramente diferenciadas, un pequeño comedor custodiado por un mural decorativo con el mismo acabado que el suelo, un elemento a medio camino entre celosía, biombo, y despensa abierta concebida como elemento decorativo, que genera un pequeño salón ocultando así la cocina del resto de la zona de día. Planteada en blanco y negro con detalles Inox siguiendo el hilo conductor del proyecto de lujo sosegado y contrastes equilibrados.
Entre el salón y el comedor, como una reinterpretación del salón de té, reposan dos chaiselonge capituladas, en terciopelo negro rematadas con cojines ocre sobre una alfombra del mismo tono en lana y seda, este conjunto ordena la zona de día y supone una transición escultórica entre comedor y salón, un espacio único custodiado por dos esculturas obra de un conocido artista.
Para la sala de televisión, un espacio a escala, íntimo y de uso diario la propuesta se suaviza, esta vez dos chaiselong siamesas en una perfecta simetría custodiadas por un calzador todo tapizado en gris apoyado por cojines caqui y morado en terciopelo que resaltan los colores de las piezas de arte escogidas para esta estancia y dos lámparas standard de Arne Jacobsen completan la simetría sumadas a dos mesas grapa en acero oxidado. Una estantería como un mueble disquero acabado en el tono de la pared en hornacina diseñada por el interiorista aloja el televisor.